Don Julián Gregorio de Zegada contrajo matrimonio en Jujuy el 22 de noviembre de 1795 con su consanguínea en tercer grado, doña Ana María del Carmen Gorriti, hija de don Ignacio de Gorriti y de doña Feliciana de Cueto.
Fue don Julián Gregorio un hombre de hierro, nacido para el trabajo intenso y la lucha tesonera por el bien de su familia y de su país. En el Colegio de San Carlos de Buenos Aires, donde se educó, consiguió acopiar abundantes conocimientos clásicos que supo aprovechar con destreza suma en los infinitos trances de su agitada vida.
Ocupó cargos honoríficos en el Cabildo, fue Fiscal Procurador de la Ciudad, Defensor de Menores e Indios y siempre excelente abogado de sus propias causas. Tenía una tenacidad proverbial, merced a la cual supo triunfar casi siempre y legar a sus hijos riquísimo patrimonio.
Acaso su propio carácter inflexible, terco, aspérrimo y el amor a la memoria de su padre influyeron para que en el secreto de sus convicciones guardara cierta adhesión al antiguo régimen colonial y al rey. Al menos era una aspiración manifestada en la confianza de la correspondencia epistolar, donde muy cautelosamente dejaba comprender su nostalgia de lo antiguo y el anhelo de triunfo de la causa real. Empero, la acción de don Julián en lo exterior fue siempre circunspecta y llena de prudencia en favor del nuevo orden de cosas después de 1810. Se comprende esta dualidad.
Tenía numerosos hijos americanos como él, vastas y ricas posesiones para legarles después de sus días. Amaba, pues, esta tierra soberanamente bella y promisoria, cualquiera que fuere el régimen político que sobre ella imperara. Por otra parte, no sentía como otros, por ejemplo, su cuñado el clérigo Gorriti, la pasión política dentro de sus venas; y de esta suerte parece que el régimen del rey le era más cómodo, y, sobre todo le era conocido.
Pero sus hijos amaban la libertad política y sentían el orgullo de una nueva raza que se erguía con ansias de independencia. La rectitud de su vida le valió la confianza plena de sus conciudadanos en los momentos decisivos de la revolución, cuando en 1811 fue enviado a Buenos Aires como delegado para defender allí, al lado de Gorriti, los derechos intangibles de Jujuy, como entidad política, para regirse por la voluntad de sus propios hijos y no por las imposiciones de un gobierno exterior.

Bibliografía: “Zegada, sacerdote y patricio de Jujuy” de Miguel Angel Vergara

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