El prócer nació en la ciudad de San Salvador de Jujuy el 9 de noviembre de 1778, fueron sus padres, el maestre de Campo don Domingo Manuel Sánchez de Bustamante y su esposa, doña María Tomasa González de Araujo.
Concluidos sus estudios primarios se decidió que fuera al Real Colegio de San Carlos en Buenos Aires a seguir la educación superior donde comenzó el estudio de la gramática, complementando con el latín y seguidamente encaró la filosofía, disciplina que terminó de cursar a los 17 años de edad.
En el mes de octubre de 1798 partió a Chuquisaca para reanudar sus estudios de teología y el 22 de noviembre de 1799 se graduaba de Doctor en Sagrada Teología, el 2 de marzo de 1801 obtuvo el título de Bachiller en Sagrados Cánones y Leyes Civiles. El 24 de enero de 1804 solicitó dar el último examen para graduarse de abogado cuando había alcanzado 25 años. En julio de 1810 partió de Chuquisaca rumbo a la ciudad de Jujuy encontrando una serie de hechos de radical transformación que iniciaba la Revolución de Mayo en Buenos Aires.
Iniciando su vida política el 30 de octubre de 1810 el Cabildo de Jujuy lo nombró su Asesor General.
El primer Triunvirato, un poder ejecutivo integrado por tres miembros, el 27 de enero de 1812 nombró a Sánchez de Bustamante Fiscal de la Cámara de Apelaciones de Buenos Aires que había sido creada en reemplazo de la Real Audiencia disuelta por el Triunvirato.
El ilustre jujeño acompaño a Belgrano en la Marcha del Éxodo en su carácter de Secretario, mientras, anteriormente, redactó las instrucciones que los diputados a la Asamblea General Constituyente debían cumplimentar. Jujuy había elegido a uno de sus hijos más ilustres como diputado ante el Congreso de Tucumán que declararía la Independencia Nacional en representación de las Provincias Unidas en Sud América, que en el momento más difícil asumieron el compromiso de ser libres y soberanos.
El 11 de mayo de 1816 Teodoro Sánchez de Bustamante presentó sus credenciales y poderes de diputado por Jujuy prestando juramento 48 horas después frente al Presidente de turno don Pedro Ignacio de Castro Barros. Su actuación abarcó hasta 1820 integrando 23 comisiones y participando durante cuatro años en centenares de sesiones.
El 19 de junio asumió la presidencia del Congreso cuando ya tenía preparado el plan de trabajo que comprendía 17 puntos. En la sesión del 1 de julio entregó la presidencia al diputado por Cuyo, don Francisco Laprida.
En el Congreso de 1816 su trabajo fue proficuo y tuvo la fuerza de la piqueta del minero. Cavó profundo para sentar los cimientos de la nacionalidad, estimuló, proyectó, sincronizó voluntades, dinamizó lentitudes y así llegó al acta del 9 de julio, suscripta con tinta indeleble que no podrá borrar el curso de los siglos porque es el documento liminar de nuestra personalidad como país y rubricó con heroísmo la organización nacional y la independencia americana.
Fue un verdadero emisario de la fruitiva emoción de la Patria presentida, la magnética aguja que marcó el rumbo. La declaración de la Independencia Nacional la grabó la pluma y la defendió la espada, y Jujuy puso su firma que luego rubricó con sangre y heroísmo.
A los 52 años debió abandonar su tierra natal como consecuencia de la turbulenta época que vivía el país radicándose en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra donde falleció el 11 de mayo de 1851 a los 72 años.
Mariano Echazú Lezica, que escribió su biografía, cuenta que “en una última llamarada de su abrasado fuego de patricio había pedido, antes de morir, a quienes lo rodeaban en su agonía, que lo cubrieran con su viejo poncho jujeño: para el frío de la muerte quería, en comarcas lejanas, el color de su tierra natal, porque su poncho era blanco y azul.
Bibliografía:

  • “Jujuy en la historia” de Rodolfo Ceballos, Ed. Del Autor 2005, pag.79

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